Si como decía Montaigne: “Prohibir es despertar el deseo”, en El faro (The lighthouse, 2019) Robert Eggers muestra las pasiones que se desatan como consecuencia de una contención impuesta.

La ópera prima La bruja (The witch, 2015) posicionó a Rober Eggers como un director reconocido tanto por la crítica cinematográfica como por el público, juicios que no siempre son empatados.

El faro apunta al mismo efecto cuando se opta por una estética considerada de culto, filmada en blanco y negro y con una pantalla en relación 4:3 (comúnmente llamada cuadrada) al mismo tiempo que se tiene como protagonistas a Willem Defoe (nominado cuatro veces al premio Oscar por su trabajo actoral) y Robert Pattinson, ambos bastante conocidos en la cultura pop. Este último en particular es recordado por su papel en Crepúsculo (Twilight, 2008) y será quien dé vida a las nuevas entregas cinematográficas de Batman.

El faro presenta a dos personajes, Thomas Wake (Defoe) un viejo cuidador de un faro y Ephraim Wislow (Pattinson), un joven que llega como segundo a cargo sólo por cuatro semanas.

El clima, el aislamiento, la soledad y las confusiones de juicio de los dos personajes desencadenarán una serie de acontecimientos que los llevarán al límite

El trabajo fotográfico de Jarin Blaschke está nominado para la próxima entrega de los premios Oscar que se llevará a cabo este 9 de febrero de 2020. Blaschke también fue el encargado de fotografiar la ópera prima de Eggers. Este par de cineastas muestran un potencial que los señala como una joven promesa de Hollywood, pues ambos tienen menos de cuarenta años.

La nominación al Oscar como mejor fotografía sin duda está relacionada con la efectividad con la que se muestra un ambiente que expresa el encierro y la soledad de los protagonistas: un faro alejado de todo y de todos, espacios estrechos y oscuros, un clima violento y todo esto enmarcado no en el ahora popular fullscreen, sino en un cuasi cuadrado que potencia la sensación de opresión de los personajes.

Esta atmósfera no sólo se vale de la imagen, sino que destaca también la banda sonora de Mark Korven, donde las alarmas de presencia de niebla y los gritos casi humanos de las gaviotas catapultan el agobio y estrés de los protagonistas. El desagrado por el entorno se aprecia también en los olores sugeridos: bacinicas sucias al interior de las habitaciones, comida descompuesta, flatulencias y agua podrida.

Así como la imaginen se nos da en blanco y negro y con claroscuros, también ocurre así con la personalidad de Thomas y Ephraim. Ambos dan varias versiones sobre su pasado y las causas que los llevaron a trabajar en el faro, de manera que no se sabe qué es verdad y qué es mentira.

Aunque al principio las características de estos personajes son contrastantes —Thomas bebe y Ephraim no, uno es autoritario y el otro manso, uno tiene de base el trabajo de guardián del faro y el otro está de paso, uno desacata las reglas y el otro se esmera en seguirlas—, conforme avanza la trama se verán las similitudes (como que se espían mutuamente) hasta que llega un momento en que parece que comienzan a intercambiar sus roles. Estos cambios se aprecian en el consumo descontrolado de alcohol por parte de Ephraim, en que adopta los modos de ofender y humillar que antes eran de Thomas. Además, el personaje de Pattinson termina siendo quien enuncia la oración antes de la cena a manera de agradecer por los alimentos y encomendar su alma en caso de que les llegue la muerte, siendo que el encargado original de hacer esto era el viejo.

Un ambiente que de inicio era misterioso y agreste deriva en delirante y pesadillesco cuando Ephraim desacata una simple prohibición: No matar aves del mar. Esto se intensifica con la prohibición principal de la película: Ephraim no debe subir a la luz del faro, Thomas tiene reservada de manera recelosa esta tarea, lo cual no hace sino aumentar la obsesión del joven.

El tema de la prohibición es ampliamente tratado en todas las culturas, baste mencionar que es el inicio de la condena de la humanidad con el pecado original cometido por Adán y Eva

Los mismos protagonistas hacen referencias a Prometeo (quien desobedeciendo a los dioses dio el fuego a los hombres y recibió como castigo que aves le comieran las entrañas) y al capitán Ahab, marinero de la novela Moby Dick de Herman Melville. Además de la presencia de cantos marineros y creencias y supersticiones como el fuego de San Telmo.

Aun con el predominio de la tragedia, el humor en esta película es utilizado en breves momentos para distender la tensión a modo de cringe comedy o comedia de pena ajena, como cuando vemos que Ephraim sale a vaciar las bacinicas sucias y el viento le regresa el contenido sobre la cara, o cuando vemos pasar la interacción de los protagonistas de lo solemne a lo grotesco o de lo violento a lo cariñoso bajo el influjo del alcohol.

Coloquialmente se dice que algo es fantástico cuando sorprende o supera expectativas, pero como género estético lo fantástico se caracteriza por la irrupción de la realidad con algo que no sabemos si es de otro mundo o de dónde proviene. Esta irrupción suele generar confusión, temor y desasosiego en quienes la viven y puede fundarse en elementos que crean ambigüedad del juicio y la interpretación como son el sueño, el alcohol y la locura. Estos tres elementos están presentes en El faro, de manera que es tarea echada a saco roto buscar una coherencia narrativa unívoca.

Lo que sí abunda en este filme es una experiencia estética que se propaga por los cinco sentidos a manera de parque de diversiones; desde la casa del horror, el vértigo de la montaña rusa, el show de los payasos y, sobre todo, la deformidad de la casa de los espejos.

Decía el capitán Ahab que: “la verdad no tiene confines”. Igual pasa con la percepción del mar desde arriba del barco, o con los límites de la realidad desde el trabajo como cuidador de un faro.

  • Fotograma: El faro