Nicanor cumplió esta semana 103 años de vida. Vive y respira el aire salino de la costa chilena en su casa de la playa Las Cruces.

 

I

Hay pocos en el mundo tan longevos como Parra. No sabemos si es eterno porque es poeta. No sabemos si es por bailar ‘la cueca’, una danza típica chilena, como declaró cuando llegó a los 100. No sabemos si Nicanor Parra es inmortal y por ser un especie de chamán o adivino, puede controlar el tiempo.

Ya ha dejado muestras de eso al adelantar en mayo de 2000 que Bob Dylan merecía el Premio Nobel. “Con esos tres versos (Dylan) se hace acreedor a todo”, le dijo al diario El Mercurio.

My father is in the factory and he has no shoes/ my mother is in the

alley looking for food/ and I’m in the kitchen with the thumb stone

blues…

(Mi padre está en la fábrica y no tiene zapatos/mi madre está en el callejón buscando comida/yo estoy en la cocina con el blues de la piedra del pulgar). Una re-invención de Parra a los versos del Tombstone Blues, que en realidad dicen: 

Mama’s in the factory, she ain’t got no shoes/ Daddy’s in

the alley, he’s lookin’ for food/ I’m in the kitchen with the tombstone

blues…

(Mi mamá está en la fábrica y no tiene zapatos/mi padre está en el callejón buscando comida/yo estoy en la cocina con el blues de las lápidas del cementerio).

Tombstone Blues/Bob Dylan/Premio Nobel de Literatura 2017.

 

II

Nicanor Parra nació en el pequeño pueblo chileno de San Fabián de Alico en 1914. Estudió matemáticas y física e hizo estudios de mecánica avanzada en Estados Unidos. Sobra decirlo, pero lo incluiremos: es uno de los más grandes poetas de Hispanoamérica. Tiene el Premio Cervantes en su casa, casi siempre preludio al Nobel de Literatura.

Hoy descansa frente al mar Pacífico, en la playa de Las Cruces que forma parte de la comuna El Tabo. Maneja un vochito gris. O manejaba, hasta los 100 años, apenas tres años atrás cuando celebró su cumpleaños con un visita secreta que le hizo Michelle Bachelet, la presidenta de Chile.

 

Durante 50 años la poesía fue el paraíso

del tonto solemne, hasta que llegué yo

                                      Suban, si les parece. Claro que yo no respondo

                                                                                                                    si bajan

                                                                                        echando sangre por boca y narices.

                                              Montaña Rusa (1962)/ Nicanor Parra/ Poeta latinoamericano.

El antipoeta en una fotografía del año pasado, cuando cumplió 102 años.

 

III

Parra ha estado nominado al Premio Nobel de Literatura, por supuesto. Oxford, Brown, Leiden, el Instituto Cervantes de Nueva York, la Universidad de Chile y la Universidad Diego Portales han respaldado sus nominaciones. El Nobel tal vez no llegará. Él está bien así, “más cerca de los cipreses que de los laureles”.

Parra es muy importante por cambiar para siempre la poesía en español, sobra decirlo, pero lo diremos. Aunque el diga: “Ni siquiera soy el mejor poeta de mi familia” (es hermano de la artista revolucionaria Violeta Parra).

Nicanor es monumental por ser creador de la vanguardia. Del antipoema. De los artefactos. Por publicar a los 101 años un libro más: Antiprosas. Porque de él emanan los chilenos que leo por estos días: Héctor Hernández Montecinos, Alejandro Zambra. Porque Parra narra. Porque Parra hace que uno escriba. Porque sueño con hacer un artefacto como lo de él. Aquí un primer ensayo:

 

                     ¿Balzac?, ¿Prozac?, lo que sea

Lo que venga por ahora.

                     Resulta imperante obtener el genio de uno

o restaurar los niveles de serotonina para reincorporarme a la vida.

 

¿Balzac? Posiblemente, si encuentro a mi Madame de Berny o me

encauso a La búsqueda de lo Absoluto.

 

¿Prozac? Tal vez. Repone de trastornos de pánico, fobias

específicas, el síndrome de Tourette de mi mano izquierda y

la ya tan mencionada depresión.

 

Será Balzac: “La muerte es tan repentina en sus caprichos como 

es la cortesana en sus desdenes, pero más fiel, pues a nadie nunca engañó”.

L. M. López/Reportero mexicano

 

En Las Cruces la gente tiene años llevando al antipoeta un vaso de vino tinto y una empanada para celebrar su cumpleaños. Para celebrar que está vivo. Ya se fue Violeta, ya se fueron Hilda, Lalo, Roberto, Lautaro y Óscar. Es el último de los Parra.

  • Fotos: Especial