La japonesa es una de las culturas más fascinantes por la yuxtaposición entre lo antiguo y lo moderno. En este contexto su expresión pictórica marcó el devenir del arte universal     

 

edo
El Japón, una cultura que se remonta a los albores del año 3000 a.C. como una sociedad tribal de culto solar y a divinidades de la fertilidad, obtuvo el refinamiento de su corte imperial en 1069 d.C., pero no alcanzó su culmen hasta el período feudal del shogunato instaurado en el siglo XVII por el samurai Tokugawa Ieyasu, que dio origen al periodo Edo.

Durante este período, el Ukiyo-e (imágenes del mundo flotante), xilografías creadas con placas de madera de cerezo y tintas, marcó una expresión única del arte japonés. Y al abrirse Japón al mundo (del que permanecía aislado desde 1630), luego que en 1853 el comodoro Mattew C. Perry los ‘convenciera’ con una moderna flota guerrera de vapor, la estampa japonesa se integró al arte universal. Años después, durante el período del Impresionismo, artistas como Van Gogh, Gaugin o Tolouse-Lautrec le dieron una redimensión que hoy encuentra todavía ecos.

iwasa_matabei_001

Aunque la escuela de pintura japonesa Ukiyo-e se origina en 1577 teniendo como fundador a Iwasa Matabei (autor de la obra que precede estas líneas), alcanza su apogeo entre 1680 y 1850 (para algunos estudiosos su ‘edad de oro’ es 1780), teniendo como exponentes máximos a Suzuki Harunobu, Kitagawa Utamaro, Katsushika Hokusai, Toshusai Sharaku y Ando Hiroshige. Inicialmente la estampa japonesa se componía de tinta negra, al estilo chino (del cual se nutrió antes de encontrar su identidad), pero rompe como una ola, y la policromía llega en 1740. Aunque la perfección del colorido la logra Suzuki Harunobu. Toca el corazón del mundo.

La temática del Ukiyo-e se nutre de lo fugaz. Atrapando el instante irrepetible, la estampa japonesa plasma el paisaje, samurais, geishas, las artes, el teatro Kabuki, el placer estético como finalidad suprema

Y es ahí, en la temática del placer, donde el shunga (estampa de primavera) se inscribe como una perla oscura, sacada desde lo profundo por los hábiles pinceles de maestros como Kitagawa, Ando y Hokusai. El shunga nació en un terreno fértil, bajo el shogunato Tokugama, y hoy persiste a través de diversos símbolos y, particularmente, el manga en su formato hentai: historietas eróticas que uno de cada cuatro japoneses contemporáneos consume con avidez.

suzuki_harunobu_

Kitagawa logró suspender -literalmente- la belleza femenina en su máxima expresión. No existe trabajo más refinado que el suyo para atrapar por siempre los gestos luminosos u oscuros de la mujer. Sus estampas son poesía viva.

Hokusai es más conocido universalmente por una de sus obras, la manifestación del caos ordenado: ‘La gran ola de Kanagawa’ (imagen de portada). Él fue quien introdujo la perspectiva, a la manera occidental, en el Ukiyo-e, además de sumar a la paleta de colores el azul de Prusia que predomina en buena parte de su obra. ‘La gran ola de Kanagawa’ es de hecho una muestra de los efectos impactantes que producen esta tonalidad y la perspectiva, de ahí su magnificación como símbolo nacional y su universalidad.

6024

 

puente-bajo-la-lluvia-copia-de-hiroshige_jpgHiroshige (ver imagen superior), el último de los grandes maestros del mundo flotante, además de los exquisitos shunga, creó una iconografía impresionista del Japón magnificando la naturaleza. Quizá por ello, otro gran maestro impresionista, Vincent Van Gogh, reprodujo con una intensidad convulsa (conservando el azul de Prusia y añadiendo su marca con el amarillo que tanto amaba) ‘El puente Ohashi en Atake bajo una lluvia repentina’ , que se puede observar en el Rijksmuseum de Amsterdam, para demostrar su gran admiración por la estampa japonesa (imagen de la izquierda).

La revolución generada por el Ukiyo-e derivó, en su momento, en una escala mercadotécnica (calendarios, tarjetas, guías de viaje, libros, ilustraciones de moda, carteles) que nos alcanza hoy en pleno siglo XXI, como una gran ola que trae consigo los ecos de la antigua Edo.