Aún cuando los críticos debatirán si la escritura de lo abisal y lo desconocido que despierta el más lívido horror en el lector, tiene su origen en el ‘Castillo de Otranto’ o en ‘El hombre de arena’ de E.T.A. Hoffman. Lo cierto es que el misterio de lo sobrenatural ha sido abordado por los grandes cuentistas del pasado y del presente, de Mary Shelley a Edgar Allan Poe, de Julio Cortázar a Amparo Dávila”, dice Ricardo Echávarri en el prólogo de Cuentos tenebrosos’ de María Eugenia Pérez Montes.

1. Entrañas de la ficción

El filósofo y lingüista búlgaro-francés Tzvetan Todorov (Introducción a la literatura fantástica) propone tres categorías para el tipo de relato que se mueve al margen de conclusiones racionales, la ficción no realista: lo insólito, lo maravilloso y lo fantástico.

Es insólito, lo que escapando al sentido y leyes de la física, trastoca los caminos de la lógica lineal y deberá dar justificación al relato según las propias normas de esa experiencia de escritura al margen de lo real. [Esto es lo que se denominaría ‘verosimilitud’, la verdad de la ficción, válida en tal caso para las tres categorías delimitadas por Todorov]. Según lo anterior, la ficción deberá ser juzgada desde la ficción misma. Si cualquier acontecimiento del relato es resuelto de acuerdo a la realidad cotidiana del hombre de carne y hueso, tal procedimiento transgrede sus propias leyes. Es pues, falso para lo falso y falso para lo verdadero: inverosímil.

Lo maravilloso (cuentos de hadas, fábulas, leyendas) es lo opuesto a lo insólito: lo que partiendo de un supuesto de realidad real (valga la redundancia) crea una historia ficticia que copia en cierta forma los procedimientos de la lógica humana en beneficio de una historia levemente al margen de lo real, pero que se mantiene en un estado latente de verdad alterna.

Lo fantástico es lo que se mueve entre estos dos estados de ficción: lo insólito que parece maravilloso y lo maravilloso que duda de su esencia y de pronto se prefigura insólito

Lovecraft es insólito, pues plantea una realidad que crea personajes y situaciones de acuerdo a esa realidad paralela y resuelve los pormenores del relato atendiendo estrictamente las leyes que su mismo proceder ha emitido. Rulfo participaría de lo real maravilloso pues tras el espeso velo de ánimas sufrientes, presencias al borde del silencio metafísico y abstracciones históricas, hay un poderoso –palpitante– trasfondo de realidad que le da sentido y justificación.

Monterroso, aunque en apariencia tiende a lo maravilloso adverso por la lapidaria y hasta chocarrera moraleja de sus fábulas, está más cerca de Lovecraft que de Rulfo –en cuanto a oficio propiamente dicho– debido a la creación de entes insólitos que abrevan de esas dos fuentes circundantes, lo maravilloso y lo fantástico.

2. La autora

Atendiendo las tres categorizaciones de Todorov, estos –doce– Cuentos Tenebrosos (María Eugenia Pérez Montes, Pleno Margen Editor, México, 2023), pertenecerían a la primera categoría: la de lo insólito. [Comentario al calce: aunque de una factura muy diferente y guardadas las distancias, recuerdo que son también Doce los magníficos Cuentos Peregrinos de Gabriel García Márquez].

Aún cuando encontramos en esta publicación algunos relatos de estilo marcadamente rulfiano y en general el libro es técnicamente influido por tal autor (entre otras cosas, por la ausencia de embragues en la interacción de sus elementos, porque son cuentos en blanco y negro ya que no admiten como trasfondo otras tonalidades de la gama de colores y, sobre todo, por las densas y sombrías atmósferas que arropan las acciones), estos relatos pertenecerían, ya se dijo, a la primera categoría. Insólita es la densidad del ambiente, las acciones a contralógica, el comportamiento anómalo de los personajes, y en consecuencia, la resolución de lo propuesto.

3. Los cuentos, cuatro escenarios

A) El cuento de título Atrapados se mueve inicialmente por territorios muy cotidianos (la camaradería, el humor sin malicia, las relaciones tradicionales de pareja en cualquier ciudad promedio de la provincia mexicana), pero de pronto empiezan a ocurrir hechos inexplicables que retan a la lógica lineal: una mujer común –viuda desde hace varios años y ya empezando una nueva relación– de pronto empieza a ser visitada por presencias del mundo de lo extraño irracional: seres que no congenian con las presencias reales de su vida, sueños de índole sexual a destiempo con su esposo ya ido, confirmaciones de su paranormalidad en la experiencia de personas cercanas a su vida reciente (la amiga Abigail). Su esposo ha muerto al caer de unas escaleras y tal hecho prácticamente ha quedado en el olvido por efecto del tiempo.

¿Las repentinas y extrañas presencias serán fantasmas emergidos de las emociones culpables de Marcia por estar iniciando una nueva relación? ¿Será la sombra de su adúltero esposo tratando de resarcir desde el más allá la culpa de su propia traición? ¿La muerte de Francisco no fue de ninguna manera accidental y los fantasmas presentes son aproximaciones en el tiempo al empujón homicida / escaleras abajo / que en verdad lo mató?

Es también tenebra insólita la cantidad de preguntas y silencios que el relato genera: las tres tesis son absolutamente probables. Finalmente, todo se resuelve recurriendo al poder de un ente aún más poderoso e inasible que todo lo ocurrido o por ocurrir: la religiosidad. Un número suficiente de jaculatorias es capaz de auyentar al más fiero y persistente acechador: se nos sugiere en este cuento, y en general en todo el libro. He ahí un grande y valiente juicio de valor: la religiosidad altisonante e hipócrita, tratándose del alma y de la provincia, cree poder curarlo todo.

Aún cuando –ya se dijo– la corriente subterránea que da cohesión y sentido a estos relatos es el poder alucinatorio y falsamente protector de la superstición, en otros cuentos lo destacable es el aparente estado de normalidad que de pronto se torna insólito sin recurrir a artificios. La desnaturaleza se presenta de pronto, sin aviso ni causa alguna que lo provoque.

B) Con una enorme economía de medios, en el texto Daniel el detonante es simple: una repentina fiebre creativa que culmina en la muerte provocada indirectamente por los tan conocidos versos de Amado Nervo: “Vida nada me debes, vida, estamos en paz”.

C) En La esfera de luz ocurre algo similar a lo anterior: un sacerdote que habitualmente planta en la mente de sus feligreses una enfermiza dependencia a la sacralidad, siembra demonios –como sería de esperarse– para justo después acometer rituales que los anulen. He aquí: una mascota (de nombre ‘la borona‘) ha sido poseída por un espíritu maligno: Marcela ve en los ojos de su perro todos esos signos que la misma iglesia ha plantado en su mente: la mirada del chucho despide destellos fulminantes y es mejor mantenerse lejos de su influencia. El sacerdote trata de convencerla de que en este caso específico el demonio no ha metido su fétido aliento. Pero la siembra de fantasmas ha calado ya hondo y no logra convencer a Marcela de lo contrario. No queda más que acudir a los rituales y oraciones sanadoras. Después de los consabidos conjuros llega al fin la divina señal: una alucinación en forma de esfera luminosa. Luzbel regresa así a su territorio de especulación sombría, a su gruta de fuego eterno, en la forma primigenia de una manzana que al saciar el hambre de Marcela a la vez impondrá nuevas culpas, que a su vez seguirán dándole vueltas a la impagable deuda del pecado original.

D) En el relato La expulsión, lo que es un embarazo totalmente normal se convierte de improviso en presencia de huéspedes extraños que amenazan la vida de la madre en potencia. De nueva cuenta hace su aparición el elemento mágico de la religión: después de vaporizaciones y gárgaras de agua bendita, los demonios –en forma de sapos, renacuajos, gusanos y materia fecal– son finalmente expulsados a su espacio de infierno y todo vuelve a la normalidad.

4. Posibles lecturas y relaciones

En los cuentos de Lovecraft y Blackwood, el terror llega siempre de fuera en la forma de criaturas o presencias arbóreas externas a lo terrestre, en el caso de estos relatos la amenaza –lo insólito, lo no esperado– es también externa al espíritu humano: versos y conjuros tangencialmente perversos, posesiones diabólicas, prejuicios inabordables, distorsiones mentales, brujas que son devoradas por su propio nahual.

En Cuentos tenebrosos, todas las historias permanecen inicialmente en estado larvario de normalidad hasta que la superstición y los prejuicios hábilmente manipulados –que a su vez provienen del miedo ancestral a las novedades del mundo real– las detonan

En el sentido bíblico, tenebra es lo oscuro, lo que se mueve en las sombras y provoca vacío, simulación y muerte. Tenebroso, diverso, divertido, complejo, hambriento de significaciones, es el lenguaje y los oficios de seducción del arcángel caído y sus criaturas, que en su gran mayoría controlan las acciones de este libro.

Pero hay, además, en los Cuentos tenebrosos de la zamorana María Eugenia Pérez Montes, una nostalgia recóndita, apenas confesada, por el alma más antigua y mágica de los pueblos de antaño. Tal nostalgia aguarda en las veredas a la espera de ese soplo ancestral que las reviva.

El gran mensaje –si lo hay– tanto en el discurso como en la estructura misma del libro, es que –igual que en la película Luciérnagas en el jardín– estamos construidos de misterios insondables, secretos a veces inconfesables, grandes o pequeños errores, traiciones, horrores no solicitados, recuerdos y fragmentos vitales que a veces se dispersan demasiado y requieren imanes de ficción para ser aglutinados: La vida debe ser ejercida en el convencimiento de que las piezas de ese gran rompecabezas que es la materia humana fenecible, requiere de la imaginación para que cada pieza logre tomar sentido y el círculo se cierre.

Tenebra es también la infinitud de caminos posibles que tras el verbo hecho carne –la palabra– vislumbra el alma humana.

  • Ilustración: Detalle de la portada del libro ‘Cuentos tenebrosos