Sigmund Freud nos legó las dos clases de pulsiones presentes en la existencia de hombres y mujeres: las que tienden a lo vital y las que tienden a lo opuesto, esto es: a lo mortal.

Eros y Thánatos

En la teoría de Freud, Eros y Thánatos son las dos pulsiones primordiales: una es la muerte, la conciencia de nuestra propia finitud, el vértigo que nos arrastra hacia el abismo; y la otra, el amor que nos hace palpitar y que, con su tremolar de besos y suspiros, nos aferra a la vida.


De ahí la ansiedad de amar, de amar desesperadamente: porque cuando amamos, no amamos por amor, sino por miedo a la muerte; no nos aferramos al amor sino a su promesa de sustraernos a la muerte que, desde el principio, ya nos espera

Por eso vestimos al amor de rosas, igual que a las tumbas, para ocultar el horror del óbito que bajo tierra, subrepticiamente, acecha a nuestra conciencia.

Nocturno de la alcoba

Esta confusión primordial entre el amor y la muerte es descrita en el poema de Xavier Villaurrutia, Nocturno de la alcoba. Ahí donde todo amante ve la manifestación pura del amor: el recinto de la intimidad de la pareja, Villaurrutia afina la mirada y se da cuenta de que no es el amor el que lo une con su amada, sino la muerte misma:

La muerte toma siempre la forma de la alcoba
que nos contiene.

Es cóncava y oscura y tibia y silenciosa,
se pliega en las cortinas en que anida la sombra,
es dura en el espejo y tensa y congelada,
profunda en las almohadas y, en las sábanas, blanca.

Pero esta conciencia, aunque inconfesada, es compartida por los amantes que, en el fondo, saben el engaño de sus sentimientos:

Los dos sabemos que la muerte toma
la forma de la alcoba, y que en la alcoba
es el espacio frío que levanta
entre los dos un muro, un cristal, un silencio.

El poeta, que desvela el engaño, es el que se atreve a confesarlo. Y al revelárnoslo a sus lectores, nos deja atónitos porque cuántos no hemos besado las sábanas o aspirado su cálido aroma justo cuando la amada se levanta, pues en la huella de su cuerpo olemos todavía la presencia del amor


Pero Villaurrutia reescribe esta sensación:

Entonces sólo yo sé que la muerte
es el hueco que dejas en el lecho
cuando de pronto y sin razón alguna
te incorporas y te pones de pie.

Y es el ruido de hojas calcinadas
que hacen tus pies desnudos al hundirse en la alfombra.

La muerte, pues, impregna toda manifestación de amor.
El acto mismo, la unión suprema de toda pareja, está presidida por la muerte:

Y es el sudor que moja nuestros muslos
que se abrazan y luchan y que, luego, se rinden.

¿No es, en efecto, el orgasmo llamado «la petite mort», «la muerte chiquita»?
¿No sobreviene, tras el orgasmo mismo, una saciedad, un abandono, un hastío?

Fuerte como la muerte

Guy de Maupassant nos legó, a su vez, una novela estupenda: Fort comme la mort, en la que nos cuenta la historia de Olivier Bertin, un pintor que consagra su amor a un dama de sociedad y que, en el ocaso de su vida, se vuelve a enamorar, pero no del amor de su vida, sino de la hija de ésta: la dulce Annette.

Sólo para darse cuenta, en la cúspide de su desvarío, que ese amor es la manifestación de su temor a la vejez y a la muerte que, tras la inminente decrepitud, se esconde inexorable.

Así, en un mundo en el que se exalta el don de amar, Maupassant y Villaurrutia descorren el velo y se atreven a enseñarnos la calavera que se oculta bajo ese velo de novia


Fuerte como la muerte es una de mis novelas favoritas desde la adolescencia y Nocturno de la alcoba uno de mis poemas predilectos desde la juventud.
Pero sólo ahora he llegado a dilucidarlos por mi propia cuenta a la luz de la teoría pulsional de Freud.


Sin embargo, más allá de su sentido, las dos son estupendas obras literarias.
Una desde el estudio psicológico narrado, la otra desde el discurso poético, ambas afrontan la misma verdad.

Con sus aliteraciones, con su combinación de endecasílabos y alejandrinos, con su musicalidad y su ritmo pausado, melancólico, Nocturno de la alcoba desgrana su mensaje sutil y contundente a la vez.

De hecho, al final el poema , Nocturno de la alcoba, de Xavier Villaurrutia, es inobjetable:

La muerte es todo esto y más que nos circunda,
y nos une y separa alternativamente,
que nos deja confusos, atónitos, suspensos,
con una herida que no mana sangre.

Entonces, sólo entonces, los dos solos, sabemos
que no el amor sino la oscura muerte
nos precipita a vernos cara a cara a los ojos,
y a unirnos y a estrecharnos, más que solos y náufragos,
todavía más, y cada vez más, todavía.

  • Ilustración: Rogelio de Egusquiza