Mucho se dice que el presente es el único tiempo que existe; el pasado ha dejado de ser y el futuro es pura especulación.

 

Pues el pasado no es menos valioso porque no siga presente.
De hecho, es más importante porque será invisible para siempre.
Salman Rushdie

 

No nos engañemos, ¿qué somos sino el resultado de nuestras experiencias pasadas? No es posible pensar el tiempo en términos de espacio, su ausencia no implica su inexistencia. Se habla del pasado como si fuera un tiempo muerto, pero en realidad no lo es, se mantiene vivo por el recuerdo. Resguardado en la memoria permanece aquello que hemos vivido, incluso lo que creíamos haber olvidado.

Obra Negra cuenta la historia de una niña y su familia que deben sobrellevar la enfermedad de su madre, siempre a la espera de su muerte; no, mentira, es la historia de una joven que huye de su casa y se enamora de un canadiense; no, más bien, trata de una mujer que está yendo a terapia por un trauma de su infancia; mejor dicho, narra la vida de una mujer de cuyos recuerdos se derivan las historias anteriores. Toda la novela es básicamente el pasado del personaje principal, el cual unas veces es narrado en presente y otras en pretérito.

En la historia se puede ver cómo la protagonista, de quien sólo se sabe que su nombre empieza con G —inicial grabada en un anillo que le regala su madre por sus quince años—, tiene varios principios: cuando es niña, cuando huye de su casa, cuando contrae matrimonio con Félix, cuando muere su madre y cuando se divorcia. Todos éstos momentos representan para ella un punto de inicio y una forma de evadir su pasado, el cual piensa que deja atrás, pero lo cierto es que nunca lo hace.

Cada vez que un ciclo termina el pasado se recupera con el recuerdo de lo que ya fue, así nos lo describe Luque: “¿Cuántas veces se vuelve a ser pequeño? ¿Cada vez que se empieza de nuevo?”

La narradora constantemente huye del pasado e irónicamente es éste el más presente en la novela. Y qué hace el recuerdo sino eso: hacer presente el pasado. En la novela la memoria opera de forma consciente e inconsciente: por una parte, están los sueños y por otra la enunciación de los recuerdos, los cuales la protagonista espera que el olvido se encargue de desvanecer, y se aleja de las cosas para deshacerse completamente de todo lo que la ligue al pasado, como si éstas tuvieran la capacidad de guardar en ellas la memoria; y lo hacen, pero más allá de los objetos los recuerdos habitan en el inconsciente, y se rebelan al presente cuando menos lo esperamos, a costa de nuestra voluntad.

Lo último que se sabe de G es que estuvo un tiempo yendo a terapia: “Dicen que los sueños evolucionan, que van contando una historia: la del inconsciente. Yo dejé de escribir mis sueños después cuatro años de terapia, dejé la terapia”.

El lector puede asumir que se debe a un trauma de su infancia provocado por la contemplación del progresivo deterioro del estado de salud de su madre, y por el temor que guardó por tantos años esperando la posible muerte de ésta; cuando Verónica finalmente muere, la narradora siente alivio en lugar de malestar pues se dice que el amor nos da felicidad, pero perder el objeto amado provoca terror.

Cuando G perdió a su madre ya no tenía por qué temer; no obstante, su pasado, aunque inconsciente, seguía latente

Esto lo corroboran los recurrentes sueños del evento traumático: “Cada noche sueño que mamá muere. Sé que la tragedia de Edipo es como la de Sísifo: infinita. Que mi piedra es huir incontables veces y llegar a ese cruce de caminos siempre al mismo lugar. A donde quiera que Edipo vaya regresará ese momento en el que su tragedia comienza”.

Así como el uróboros repite eternamente el mismo ciclo mordiéndose la cola, la evasión del pasado en Obra negra es un esfuerzo inútil ya que éste siempre permanece presente. La narradora se encuentra en un ciclo en el que intenta formar una nueva vida, pero nunca le es posible consumarla, terminar la obra, porque vuelve al mismo punto de inicio. Lo que parece ya estar construido vuelve a ser una obra negra. Y bien, si uno es el resultado de sus experiencias pasadas, su memoria, ¿qué se puede construir cuando los cimientos están fincados en la angustia y la infelicidad?

La vida de la protagonista denota una imposibilidad de futuro; sin embargo, ella se esfuerza por conseguirlo, pese a que termine siendo como los circos: construidos sobre la tristeza, pero pensados para la alegría. Ante su negación del pasado, del deseo de olvidar los horrores de lo que fue en miras de un futuro distinto, ¿cómo pretende librarse de él si no lo enfrenta? Evadir el problema no es lo mismo que resolverlo, tapar la herida no es lo mismo que sanarla. Huir no es una opción pues siempre llega a la misma línea de partida: su tragedia. Recordar es revivir, y aunque nadie querría volver a vivir un episodio doloroso, muchas veces la solución radica en el problema mismo.

No se puede dejar todo en manos del tiempo ya que el recuerdo encuentra su génesis en el olvido

Así como una terapia busca indagar en lo que provocó un trauma para curarlo, las memorias, la recapitulación de la experiencia no cumple únicamente un fin confesional, sino que representa un libre examen de consciencia. El acto de recordar es esencialmente espontáneo, no analítico, pero su escritura conlleva un ejercicio reflexivo que permite pensar el pasado con mayor objetividad y entender el presente a la luz de éste.

En la narración hay más de un tiempo presente, pues, aunque las historias estén relacionadas entre ellas, funcionan más como un ejercicio metaficcional que como anacronías; relatos del propio personaje principal, todos con sus respectivos inicios y finales, y en los cuales siempre figura la presencia de la madre, o su recuerdo. Obra negra se acerca a la escritura autobiográfica, su principal recurso es la memoria: la fugacidad con la que el tiempo pasado es evocado en el presente logra permanecer en la escritura, y tal vez finalmente el papel libre al presente de la tragedia.

La vida, uno mismo, todo siempre está en constante construcción. Somos, ni más ni menos, obras negras; Sísifos cargando eternamente sus piedras colina arriba a sabiendas de que en algún momento habrán de caer y tendremos que empezar de nuevo. Pero acaso sea esa la mayor muestra de estar vivo, pues lo que caracteriza a la vida es el dinamismo. El tiempo nunca es estático.

El pasado necesita del presente para no morir, y éste a su vez depende del pasado para transformarse; así, si no evitamos la subida, al menos cambiaremos de piedra.

 

  • Ilustración: René Magritte