Cuando se habla sobre la frontera se remite a una separación física, a un espacio concreto que suele dividir las diferencias territoriales.

Existen otros tipos de fronteras, o de idea de frontera; aquellas que son invisibles, viajeras y mentales; las que no delimitan o ayudan a identificar los opuestos. Gabriel Rodríguez Liceaga en Aquí había una frontera juega con el segundo tipo de bordes: los que son subjetivos en forma y lugar de presencia.

La novela transcurre en la incertidumbre. Su territorio es la Ciudad de México, la urbe insegura de las caras eternas. El nacimiento de nuevas construcciones, la muerte de viejos edificios y los abortos de inmuebles que nunca fueron paridos forman la inmortal obra negra, el hogar de los personajes. Este aspecto de perpetuo cambio da la impresión profunda de estar en la “ciudad de lo incierto” un entorno del que nacen ciudadanos inseguros.

Felipe, Elio, Frida y el resto de personajes están condicionados por sus lindes, esas aristas que los dotan de cierto misterio, enigmas para el lector. Todos los personajes, a excepción de Frida, son consignados como un rumor, opaco, el narrador es una voz que  media como si fuera una voz ajena, rumores venidos de los demás, una construcción y cambio permanentes.

La frontera terrenal, esa promesa de cambio, incluso involuntario, de permanente construcción encarna en planos individuales. Cada personaje se convierte en un sujeto que es frontera

El mayor misterio es Frida. En primera instancia porque es la única que tienen voz propia, a ella se le permite hablar, se filtran sus angustias e intenciones, mientras los demás solo les queda la acción. En segundo lugar, posee una descripción física. Frida es expuesta (¿o se expone?) mental y corporalmente, como en un autoconocimiento que se da al lector, y, por momentos, pareciera que ella es el centro donde se reúne la incertidumbre.

A pesar de lo anterior, todos los personajes son resultado de lo borroso, son hijos de la frontera y los bordes. Los personajes de Gabriel Rodríguez Liceaga son sujetos problemáticos que solo pueden habitar un lugar subjetivo, en obra negra, construyéndose. Es el libro de lo incierto: el ambiente, las situaciones, los personajes y el tiempo permanecen en un constante estado de desasosiego, propio de un momento histórico en el que nace esta novela.

En Aquí había una frontera solo pueden vivir los angustiados, los dolidos, los problemáticos, los que callan, los que se ignoran, aquellos que abrazan su subjetividad y aceptan que no existe lo sagrado. Han caído a la ciudad, un sitio terrenal y asfáltico. “¿En qué momento o después de qué umbral a un sueño puede llamársele pesadilla?”. Esta incógnita marca la cualidad de la novela, ese limbo entre sueño y pesadilla donde los personajes intentan ¿transitar?, ¿encontrar el sentido? ¿seguir?

El tiempo, el lugar, los personajes están condicionados por el carácter marginal. La frontera es el lugar en donde todo pierde su significado, o adquiere nuevos sentidos, es la franja que incorpora lo fragmentario y lo diverso y lo de todos lados para convertirlo en el todo que es sujeto.

Es un todo conformado por una escala de grises, opacos, urbanos: la ciudad.

  • Ilustración: Portalo