Los leoneses nunca han sido mejor reflejados que a través de la obra de teatro N.R.D.A. que el grupo La Belga Collective tiene en escena hasta este domingo en el Teatro María Grever.
Tropilocos, clasistas, esnobs, doble moral, hipócritas, futboleros, resentidos, amantes de las apariencias… los calificativos se ajustan perfectamente a una sociedad pueblerina como lo es la leonesa. El inicio de la obra lo hace patente.
En el vestíbulo del teatro suena una electrocumbia. Como en las fiestas nice donde todos bailan al ritmo de Los Ángeles Azules o cualquier grupo cumbianchero ¿Qué tanto es tantito? Una réplica de los barrios pobres, pero con caché. Y luego entrar al aro. A final de cuentas todos somos pretenciosos y esperamos que la cadena abra paso a nuestro paso de divina garza envuelta en huevo.
-Tu boleto- dice el ‘Brayan’ Guadalupe de cabello rizado y sudadera plata que asume que todos deben pagar factura para entrar a una función donde espera una sacudida a la conciencia, donde todos somos parte de este grito colectivo de bajezas y segregaciones.
-Mi boleto soy yo. ¿Qué no sabes con quién hablas? Soy VIP- le respondo jugando el juego.
-¡No me importa que vengas del Municipio, aquí todos tienen que entregar su boleto!- chilla el ‘Brayan’ que atosiga a todos para que muestren su boleto de ingreso y se integren a la fila. Una fila de poco más de cincuenta personas que obedece mecánicamente para ocupar el espacio que se les señala.
En el piso dos líneas de luz led marcan el paso a los asistentes que no salen de su asombro. Todos tienen que hacer fila. Y esperar el gesto benevolente del cadenero que les abrirá paso, como en el antro, a un mundo mágico y lleno de ilusiones. La sátira me hace entrar en calor.
Todos nos formamos dando gusto hasta a las asistentes del teatro que adoptan un aire de grandeza para seleccionar a los ‘elegidos’. Unos iremos directo a las butacas, otros irán directo al escenario a ocupar sillas baratas. Hay clases.
Arrellanados en la butaca los espectadores se preguntan de qué trata la obra
Los actores hablan como los Minions. Sí, esos personajes amarillos que buscan febrilmente un amo maligno que los sojuzge. Manimañima nihujigu atamicuañila. Ya una voz en off había anticipado –en el vestíbulo, antes de la función- que La Belga Collective no es de este mundo.
Dos personajes juegan con la ropa y el calzado. Una metáfora del consumismo. Una vez que se enfundan el saco y los tacones buchones se transforman. “Si wey”, “No, wey”. El diálogo es entonces un reflejo de lo que pasa en la ciudad. En voz de los fresas.
Como una avalancha entonces se desperdiga la futilidad, la torpeza sostenida, la condición de clasesita media pretenciosa –porque en León no hay aristocracia; ya lo dijo un día Alonso Escalante, el defenestrado director del Teatro del Bicentenario: “(los leoneses son) zapateros, nuevos ricos y provincianos ignorantes”-. Touchè! Y le costó que lo mandasen al reino de lo muy, muy lejano.
Los actores, en un baile tropiloco -¿es qué hay otro?- despotrican contra el ‘Cotillón’ con una danza contemporánea, un sumario de la jerarquía social donde nada parece tener sentido, salvo el aparentar que se tiene pedrigrí. Sí. A ese nivel básico.
Insultos, groserías, actitudes primitivas, resentimientos a flor de piel saltan en el escenario y por entre las butacas y entre los espectadores que ya no saben si reír o llorar es lo correcto. La Belga Collective hace su papel. Provoca.
Ahí está reflejada la niña embarazada. La fresa y la chaca. Dos mujeres que cargan con un bebé de padres inciertos. Dos ‘clases sociales’ que se hermanan con la misma circunstancia. La de ‘comerse la torta antes del recreo’.
Entonces, aparece colgando, emulando un juego de rappel, una voz cantarina. Es la cronista de la revista Who, la que relata en las páginas de sociales la vida torpe. La fashion style del mundillo que refleja lo que todos quieren ver, con ojos de topo ciego. Aunque, de golpe, muestra su podredumbre. Porque es más fácil soportar las golpizas del marido y sus infidelidades, que no tener la plata ¿Qué tanto es tantito?
Borracha de información, resentimiento y alcohol la cronista social de ‘Who‘ entrega una estampa de la vida oculta y sabrosa del leonés
Los fresas que salen del antro y van a comer ‘jochos’, y no pagan. La doble vida que todos guardan y que sale de improvisto entre carcajadas. La confrontación entre ser del Coecillo o el Campestre. El chisme de que junior –que se ha declarado gay- tiene un papá que tiene su ‘casa chica’ mientras la fábrica de calzado está a punto de quebrar. El desbarrancadero, pues.
‘Brayan’ Guadalupe grita contra el patrón de la fábrica; como una premonición de los asaltos y el desmadre. Como anticipando que ya está harto de que le digan ‘cholillo guevón’ y entonces vaya a cobrar factura asaltando, robando y matando ¿Qué tanto es tantito?
Todo es una espiral. Como el momento en que La Belga Collective pide a los que ocupan las butacas, que ahora vayan a ocupar el escenario
Ver desde el escenario -entre tramoyas y gestos de cielo verdiblanco- a los actores entre las butacas, me recuerda las provocaciones de Pirandello, porque el juego es una provocación de la conciencia. Y me identifico con lo que dicen los actores. Sueltan de golpe un hijodeputa que taladra conciencias.
“Leooooooooón”, estalla el grito frente a nuestros ojos depositados en las butacas, que segundos antes ocupamos. Todos vestidos de verde, blanco y sueño. Ahora todos ocupamos el escenario. Sin clases. Así es el juego de golpear el balón. Es un grito. Es todo. Es la colectividad de los gestos haciendo historia. ¡Es una ciudad rugiendo!
Me asombra el atrevimiento de este grupo de teatro que dirige una mujer que es Pryska Vargas. Ella es menuda y tiene en brazos a una bebé. Su hija. Y no deja de articular esta composición de lamentos. Un día llegó a un bar llamado ‘La Puerta de Alcalá’ y le negaron entrar. Vestía una falda y chamarra de mezclilla. Le dijeron con un puñetazo, muy leonés, a la cara: N.R.D.A.
Al final, todos nos preguntamos las dos preguntas que plantea la obra.
¿Has sido discriminado? ¿A quién has discriminado?
Pensar lo que somos nos hace ser…¿somos humanos?
- Fotos: Xosué Martínez (ICL)
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